UN HOMBRE ALGO “SIMPLE”
La intensa luz bañaba el paisaje dibujando sombras caprichosas, rebotaba de la piedra al agua, del árbol a la cueva, de la cueva a la nube. Un viento de Levante, mudable se llevó las escasas nubes nacidas en la noche, dejando un cielo agradecido y un calor espeso en la Sierra Malagueña. Dos figuras ascendían por un pequeño sendero boscoso en la falda de una montaña.
- han debido pasar por aquí.
- No veo huellas papá.
- escucha al monte hijo, te está hablando.-dijo Curro, el cazador.
- Padre, es que… todo está bien…
- Pablo, mira aquel madroño. tiene una rama rota, nos señala a la derecha. Debemos buscar las trampas en aquella dirección. Así, es como marcamos los rastros la gente del monte.
Curro era un hombre de pocas palabras. Tenía ya pasada la primavera de la vida, entraba en el otoño y, en la plenitud de los cuarenta. Rostro masculino, duro, reflejo de una vida de carencias. Tenía una nariz recta, su punta, ligeramente torcida a la izquierda, y una pequeña cicatriz en su barbilla que le confería una singular belleza, antiguos ajustes de cuentas entre críos.
Hijo de pastores. Nació al fuego de una hoguera, un frío día de invierno en un caserío de La Yunquera. Fuertes brazos, ancha espalda y gran corazón. Su piel cobriza, de piedras serranas. Su caminar seguro, propio de un noble. Ojos grises de gato montes.
Era algo inculto en cuestiones de escritura y aritmética, pero doctor de montañas. Gozaba la mayor parte del tiempo, de una serena expresión en su rostro que con facilidad desembocaba en una tenue sonrisa. Solía ser demasiado respetuoso con la vida de las criaturas del bosque, cosa que, en más de una ocasión le trajo problemas. Casado con María, bendecido con un hijo Pablo. Vivían del pastoreo y de la generosidad de la montaña. Otras veces contratado como peón en haciendas, otras como guarda de cotos. Alquilado como cazador de cazadores, rastreador de furtivos.
Batían escrupulosamente el lugar. El pequeño se sintió grande, había encontrado un lazo oculto entre retamas.
- ¡padre! ¡aquí! ¡aquí!
- Muy bien Pablito, pero guarda silencio. No deben andar lejos.
- Si padre.
- debemos buscar la siguiente trampa. Cuenta los pasos que ahí desde la rama rota que vimos en el árbol, hasta aquí, donde has encontrado el lazo. Esa es la medida donde aparecerá el siguiente lazo, siempre en línea recta o, a derecha o, a izquierda.
- Veinte pasos papá.
jueves, 14 de junio de 2007
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