domingo, 17 de junio de 2007

Cazando Furtivos...


Recogieron treinta y dos lazos pequeños adecuados a liebres, conejos, urogallos y perdices principalmente. Además cinco trampas para patos; otras dos, cebadas con carne para tejones y una para hurón: destaparon cuatro zanjas, cubiertas de matorral para jabalíes. Incluso encontraron siete cepos loberos en un paso, que desmontaron con cuidado. Uno de ellos manchado de sangre. Liberaron a un meloncillo que tenía un gesto de tristeza en su carilla y a una hembra de perdiz, a la que acompañaban todos sus pollitos piando a su alrededor. Protestaban asustados mientras su madre se debatía en el lazo, con la cabeza gacha a punto de ahogarse.
Se detuvieron sobre un acogedor paraje, al pie de la entrada de una cueva natural. Un arbusto de tejo mostraba con vergüenza, una rama quebrada hacia abajo, oculta entre sus hermanas sanas. El rastreador la descubrió en la enorme distancia.
- descansaremos un momento. –dijo mirando al niño.

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